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19.8.08

Yo vi partir a Akela... ¡y a Bagheera y a Baloo!

Esta anécdota me la contó Carlos Vivas, nuestro nunca suficientemente bien querido amigo, quien nos remonta no a sus tiempos de viejo lobo, sino a los antediluvianos días en los cuales era lobatito en su Yucatán.

Resulta que su manada salió de cacería hace muchas, muchísimas lunas. Al caer la noche en la hacienda en la cual habían ido a divertirse Akela y los viejos lobos cumplieron con todos los ritos convenientes y llevaron a sus lobitos a pasar la noche.

Como suele estilarse, la pernocta tuvo lugar en un gran local, enorme a los ojos de cualquier cachorro del Seeonee. Al paso de los minutos uno a uno ellos fueron cayendo víctimas del cansancio, de ese que producen las buenas cacerías.

Akela y su equipo salieron del lugar. En algún momento uno de los lobatos se despertó. Entre el desconocimiento del lugar y las necesidades que tuviera intentó salir del lugar. Se topó con un portón que por angas o mangas en lugar de ser abierto de manera normal terminó cayendo, lo cual provocó un enorme ruido, alertó a los perros los cuales se acercaron a la manada, para ese entonces despierta en medio de gritos, llantos y todo lo que se produce en tan dantesca escena.

Llegaron los claneros que iban de servicio y llegaron los viejos lobos, pero para nada en ese crucial momento. Tras ser buscados por cielo, mar y tierra (claro, con un poco de exageración) hicieron su aparición. Venían, nada más y nada menos, ¡que de la fiesta del pueblo!

El asunto se hizo grande, intervino el consejo de grupo... y así, sin más, Carlos desde entonces pudo decir: "Yo vi partir a Akela... ¡y a Bagheera y a Baloo!

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